lunes, 10 de junio de 2013

Todos mis ataques pasajeros me sorprenden a la hora de cenar, porque flotan en el vaso de la lluvia de Febrero, que no mojan ni entristecen la ciudad. Cada momento de duelo, cada tormento primero, cada pesar o consuelo, cada dolor pasajero. Cada manía o apego, cada lamento sincero, cada domingo fulero, cada lunes de miedo. Todos los días de Enero, yo y mi look de pordiosero. Todas las capas del cielo, todas las cosas que quiero. Todos los días del mundo existe una forma de resucitar. Cada noche en cada lugar los momentos que nos quedan, una absurda oportunidad de vivir, revivir mi vida. Música, mientras caemos hay música. Aunque ahí afuera este todo mal, y es el parlante de mi ciudad. Dramática, la hora de la pena y nadie tiene paz. Yo sigo sin escuchar. Momentos infinitos, los minutos del invierno se diluyen en la boca de un diablo charlatán. Porque solo me llevo la gloria de tener en la memoria una mágica historia en tus horas de euforia. Todos los días del mundo existe una forma de resucitar. 

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