Es mejor -le pedí- que te calles, no me gusta invertir en quimeras. Me han traído hasta aquí tus caderas, no tu corazón. Y después para que más detalles? Ya sabes, copas, risas, excesos, como van a caber tantos besos en una canción... Volví al bar a la noche siguiente a brindar con su silla vacía, me pedí una cerveza bien fría y entonces no sé si soñé o era suya la ardiente voz que me iba diciendo al oído: "Me moría de ganas, querido, de verte otra vez".
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